(Miradlo, ahí tirado en el suelo, babeando mientras duerme. En pelotas el chaval, con los huevos colganderos. ¿Cómo? ¿Qué quién soy? ¿Qué tipo de ser místico es este que se dirige a vosotros? Soy el puto narrador, joder. Ya, que para qué aparezco a estas alturas del cuento. Que ya te estabas enterando de la historia sin problemas. Mis huevos te estabas enterando de la historia. El segundo capítulo lo narra un smartwatch ¡Un puto smartwatch! Bueno, digo capítulo por llamarlos de alguna manera. 14 líneas tiene el cuarto. No lo tenía planeado pero alguien tenía que poner un poco de orden aquí. Joder, el chaval ha estado a punto de palmarla de hipotermia. Ya os digo que no está muy bien de la cabeza. Tampoco es que fuese una lumbrera. Pero después de esta noche ya dudo que lo recuperemos.
Miradlo, ahí tirado. Se va despernando. A punto está de confundir un avión, la salida del sol y una valla publicitaria con no-se-que-profeta del cielo.
Noche infinita, dice. Bienvenidos a mi viaje. Miradlo, miradlo)
Nada es para siempre. También se aplica al FRÍO y la OSCURIDAD. Se van. Huyen. Huyen de esa figura en el cielo. De ese sonido. De esa LUZ.
¿Qué es?
¿Cowboy?
¡Cowboy!
¡Eres tú Cowboy?
¡Espera! ¡Espérame! ¡Déjame montar contigo! ¡Quiero ser de los tuyos! ¡Déjame ser de … NOOO!
(Y ahí va, rodando por el terraplén. Es lo que tiene correr mirando al cielo.
¡Ojo, que recupera! No me preguntéis cómo pero después de dos vueltas no solo ha conseguido no romperse el cuello, sino que ha recuperado la verticalidad y va corriendo cuesta abajo)
¡Cowboy? ¿Dónde estás?
¿Dónde estás cowboy del cielo?
Ha desaparecido. ¿Dónde estás? ¿Dónde?
(¡BAM!)
(No soy muy de onomatopeyas pero la situación lo pedía. Después de acabarse el terraplén ha continuado corriendo. Claro que sí, sin bajar la mirada del cielo. Y, claro, le ha dado un besito a la valla publicitaria. Entre lo que le sangra la nariz y que sigue desnudo, la estampa es maravillosa)
El Cowboy ha desaparecido. Él era guía de mi camino.
Cowboy, yo te idolatraba. Y me dejaste solo. Pero te entiendo, amigo. Entiendo tu mensaje. No debo seguir a nadie. Yo escribo mi destino. Este es el final de mi viaje. Dejo de ser el Viajero. Ahora yo soy quien monta. Ahora yo soy el Cowboy. Podéis llamarme RIDER.
(Lo que os decía, valiente “colgao”. Pero bueno, por lo menos parece que ha sacado algo positivo de la experiencia. Ahí marcha, caminando con la cabeza alta. Con el culo lleno de tierra y sangrando por la nariz, pero con la cabeza alta.
Hasta los caballos se quedan mirando con incredulidad
¿Caballos?
¿Qué hacen ahí esos caballos?)